Porque es así. Cuando deseas algo más que nada, ese deseo te ciega totalmente. Y no te deja ver más allá del mismo. No ves lo que pasa alrededor, sea bueno o sea malo. Sencillamente, estás tan obcecado en "eso", que el resto da igual. No lo sientes, no lo notas, no lo ves. O si lo haces, pero lo ignoras, con lo que el resultado es el mismo.
Desde luego, es de gilipollas. A veces, queremos tanto algo, que no nos damos cuenta que lo tenemos al alcance de la mano. Y por esa estupidez, nos cuesta más conseguirlo. O incluso lo perdemos. Vaya subnormales.
Y al revés también. Muchas veces, no vemos que, algo que tanto queremos, queda cada vez más lejos. Cada momento que pasa es más difícil llegar a ello. Hasta que desaparece totalmente y nos damos la ostia. La GRAN ostia. Cojonudo.
Sin brindis esta vez, porque no tengo nada por lo que brindar. NADA.
miércoles, 12 de noviembre de 2008
viernes, 7 de noviembre de 2008
Los límites
Todos tenemos un límite. Para todo. Para llevar a cabo nuestro trabajo, para nuestros estudios, para el aguante con nuestra familia, para dejar pasar problemas personales. Siempre existe un límite, más cercano o más lejano, unos aquí y otros allí, pero siempre lo hay.
La cuestión que realmente importa es, ¿qué pasa cuando sobrepasamos dicho límite?
Bueno, hay infinidad de casos. Hay gente, que ante una situación adversa, por mucho que aguante, cuando ha llegado a ese punto, se da por vencido. Lógico. Otros, enfocan el asunto desde otra perspectiva o se ponen otros fines, alargando ese límite. Normal. Los hay que explotan, y al día siguiente, se levantan como si nada, habiendo dado pasos atrás en esa carrera hacia dicho extremo. Perfecto.
¿Y cuál es la mejor manera de reaccionar? Ninguna. Lo idóneo sería no llegar nunca hasta ahí. Pero es inevitable, bien por nosotros mismos, bien por fuerzas externas. Pero siempre se llega, tarde o temprano. Ninguna una opción es la correcta, pero también es cierto que ninguna es lo contrario. Sencillamente, es lo que hay, cada uno es como es y reacciona en función de la propia persona y la situación.
Siempre digo que no me quiero rendir, pero, ¿hasta que punto puedo hacerlo? Para esto también hay un límite. ¿Cuál? No lo sé. ¿Cómo reaccionaré cuando lo alcance? Tampoco lo sé. De hecho no se si lo he sobrepasado ya en muchas ocasiones. Y en algunas me he rendido, y me arrepiento de ello. Pero también diré, que posiblemente fuera la mejor opción, aunque no con la que esté de acuerdo.
Entonces, si es la mejor opción, ¿cómo puedes estar en contra? Fácil. Es como los idealismos. A lo mejor, puedes ser partidario de un comunismo, un fascismo, o cualquier tipo de ideología política. Pero la democracia es la mejor para todo el mundo. ¿Puedes estar en contra de la misma? Por supuesto. Pero al fin y al cabo, volvemos a lo mismo, es lo que hay.
Pues una vez más, hago un brindis. Por aquellos que, reaccionen como reaccionen cuando se ven superados por una situación, siguen opinando lo mismo que antes de llegar a tal límite, aunque no hallan reaccionado coherentemente con sus opiniones.
Porque muchas veces, quizás demasiadas, es inevitable.
La cuestión que realmente importa es, ¿qué pasa cuando sobrepasamos dicho límite?
Bueno, hay infinidad de casos. Hay gente, que ante una situación adversa, por mucho que aguante, cuando ha llegado a ese punto, se da por vencido. Lógico. Otros, enfocan el asunto desde otra perspectiva o se ponen otros fines, alargando ese límite. Normal. Los hay que explotan, y al día siguiente, se levantan como si nada, habiendo dado pasos atrás en esa carrera hacia dicho extremo. Perfecto.
¿Y cuál es la mejor manera de reaccionar? Ninguna. Lo idóneo sería no llegar nunca hasta ahí. Pero es inevitable, bien por nosotros mismos, bien por fuerzas externas. Pero siempre se llega, tarde o temprano. Ninguna una opción es la correcta, pero también es cierto que ninguna es lo contrario. Sencillamente, es lo que hay, cada uno es como es y reacciona en función de la propia persona y la situación.
Siempre digo que no me quiero rendir, pero, ¿hasta que punto puedo hacerlo? Para esto también hay un límite. ¿Cuál? No lo sé. ¿Cómo reaccionaré cuando lo alcance? Tampoco lo sé. De hecho no se si lo he sobrepasado ya en muchas ocasiones. Y en algunas me he rendido, y me arrepiento de ello. Pero también diré, que posiblemente fuera la mejor opción, aunque no con la que esté de acuerdo.
Entonces, si es la mejor opción, ¿cómo puedes estar en contra? Fácil. Es como los idealismos. A lo mejor, puedes ser partidario de un comunismo, un fascismo, o cualquier tipo de ideología política. Pero la democracia es la mejor para todo el mundo. ¿Puedes estar en contra de la misma? Por supuesto. Pero al fin y al cabo, volvemos a lo mismo, es lo que hay.
Pues una vez más, hago un brindis. Por aquellos que, reaccionen como reaccionen cuando se ven superados por una situación, siguen opinando lo mismo que antes de llegar a tal límite, aunque no hallan reaccionado coherentemente con sus opiniones.
Porque muchas veces, quizás demasiadas, es inevitable.
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