miércoles, 12 de noviembre de 2008

Cuando las ganas nos ciegan...

Porque es así. Cuando deseas algo más que nada, ese deseo te ciega totalmente. Y no te deja ver más allá del mismo. No ves lo que pasa alrededor, sea bueno o sea malo. Sencillamente, estás tan obcecado en "eso", que el resto da igual. No lo sientes, no lo notas, no lo ves. O si lo haces, pero lo ignoras, con lo que el resultado es el mismo.

Desde luego, es de gilipollas. A veces, queremos tanto algo, que no nos damos cuenta que lo tenemos al alcance de la mano. Y por esa estupidez, nos cuesta más conseguirlo. O incluso lo perdemos. Vaya subnormales.

Y al revés también. Muchas veces, no vemos que, algo que tanto queremos, queda cada vez más lejos. Cada momento que pasa es más difícil llegar a ello. Hasta que desaparece totalmente y nos damos la ostia. La GRAN ostia. Cojonudo.

Sin brindis esta vez, porque no tengo nada por lo que brindar. NADA.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Los límites

Todos tenemos un límite. Para todo. Para llevar a cabo nuestro trabajo, para nuestros estudios, para el aguante con nuestra familia, para dejar pasar problemas personales. Siempre existe un límite, más cercano o más lejano, unos aquí y otros allí, pero siempre lo hay.

La cuestión que realmente importa es, ¿qué pasa cuando sobrepasamos dicho límite?

Bueno, hay infinidad de casos. Hay gente, que ante una situación adversa, por mucho que aguante, cuando ha llegado a ese punto, se da por vencido. Lógico. Otros, enfocan el asunto desde otra perspectiva o se ponen otros fines, alargando ese límite. Normal. Los hay que explotan, y al día siguiente, se levantan como si nada, habiendo dado pasos atrás en esa carrera hacia dicho extremo. Perfecto.

¿Y cuál es la mejor manera de reaccionar? Ninguna. Lo idóneo sería no llegar nunca hasta ahí. Pero es inevitable, bien por nosotros mismos, bien por fuerzas externas. Pero siempre se llega, tarde o temprano. Ninguna una opción es la correcta, pero también es cierto que ninguna es lo contrario. Sencillamente, es lo que hay, cada uno es como es y reacciona en función de la propia persona y la situación.

Siempre digo que no me quiero rendir, pero, ¿hasta que punto puedo hacerlo? Para esto también hay un límite. ¿Cuál? No lo sé. ¿Cómo reaccionaré cuando lo alcance? Tampoco lo sé. De hecho no se si lo he sobrepasado ya en muchas ocasiones. Y en algunas me he rendido, y me arrepiento de ello. Pero también diré, que posiblemente fuera la mejor opción, aunque no con la que esté de acuerdo.

Entonces, si es la mejor opción, ¿cómo puedes estar en contra? Fácil. Es como los idealismos. A lo mejor, puedes ser partidario de un comunismo, un fascismo, o cualquier tipo de ideología política. Pero la democracia es la mejor para todo el mundo. ¿Puedes estar en contra de la misma? Por supuesto. Pero al fin y al cabo, volvemos a lo mismo, es lo que hay.

Pues una vez más, hago un brindis. Por aquellos que, reaccionen como reaccionen cuando se ven superados por una situación, siguen opinando lo mismo que antes de llegar a tal límite, aunque no hallan reaccionado coherentemente con sus opiniones.

Porque muchas veces, quizás demasiadas, es inevitable.

martes, 28 de octubre de 2008

¿Vale la pena?

Muchas veces he pensado (pensar demasiado es malo, todos lo sabemos) lo poco que vale una vida. Es efímera, corta, pusilánime, inútil. Pocas veces una vida marca una diferencia. Sencillamente, es una vida más.

En el fondo todos somos unos perdedores asquerosos que deseamos ahogar nuestra asquerosa existencia entre tragos de alcohol, drogas varias y sexo. Porque en el fondo sabemos que la vida no vale la pena, que no es más que un conjunto de momentos de mierda aburridos que intentamos llenar a base de tragos de alcohol, drogas varias y sexo.

Rendirse siempre es la vía fácil. Ahogarse entre tragos de alcohol, drogas varias y sexo es la vía fácil.

La vida no vale una puta mierda. Pero tú, y sólo tú, puedes hacer que valga la pena.

¿O qué te pensabas?

REinventándome una vez más.

domingo, 12 de octubre de 2008

Víctimas de la realidad


No sé si resulta doloroso

O más bien resulta extraño

El darnos cuenta de los problemas

Cuando ya está hecho el daño.

A medida que vas creciendo

Y van pasando los años

Te mente se hace perezosa

Y tropieza con cada peldaño.

Nos damos cuenta de todo

Cuando no tiene remedio.

Nos ocultamos de los ojos

Lo malo de los convenios

Y, sin saberlo, huimos

De la virtud del término medio.

Nos borraron de la mente

Todos nuestros sueño.

Nos hacen sentir grandes,

Pero a la vez pequeños.

Nos dicen que nuestros problemas

Siempre tienen solución.

Pero yo sé que ellos

No llevan siempre razón.

Tratan de convencernos

Con severa afirmación,

Pero entre líneas se lee

Su verdadera intención.

Son ladrones de pensamientos,

Vendedores de almas

Que esclavizan y trafican

Con el viento y con la calma.

Sólo los que nos controlan

Son los que se salvan.

Nos tienen dominados

Y nadie nada les reclama.

Durmieron nuestros sentidos

Y nuestra capacidad del habla.

Los pocos que despertaron

En el desierto claman.

Nos dimos cuenta de todo

Cuando era demasiado tarde,

El mundo no puede cambiar ya

Igual que agua no arde.

Ni mil millones de voces

Que al mismo tiempo hablen

Harán cambiar las cosas

De este lugar miserable.

Todo se ha quedado muerto

Gracias a sus mentiras.

Nosotros les creímos

Y nos convertimos en suicidas.

Nos conducen al fracaso,

A la destrucción, a la ruina.

Nosotros mismos nos buscamos

El perder así la vida.

Los problemas se sumaron

Hasta hacerse inalcanzables.

Nuestras almas lloraron

De manera inagotable

Cuando se dieron cuenta

De que ya no era probable

Cambiar el rumbo del destino,

Era algo inalcanzable.

Cuando yo desperté

En este olvidado lugar

Todo parecía que pronto

Tenía previsto acabar.

Y yo, que no puedo,

Soy incapaz de llorar,

Como simple cronista

Mis días hube de terminar.

Existe un monstruo muy grande

Que vemos a través de un cristal.

Parece tan lejano

Que casi resulta irreal.

Pero todos somos víctimas

De la cruel realidad

Y nadie de sus garras

Puede jamás escapar.

Nosotros fuimos los culpables

Y ahora nos hacemos los dormidos.

Todas nuestras ilusiones y sueños

Como cobre fueron fundidos.

Pero yo soy capaz de ver

El mundo que pudo haber sido.

Por eso te pido que despiertes

Y que luches, a mi lado, conmigo.

S.C.D.

viernes, 10 de octubre de 2008

El placer del dolor

Parece mentira, pero con todos los avances tecnoógicos, científicos, y demás, que hemos realizado a lo largo de la historia, seguimos siendo los seres mas tontos y estúpidos que existen.

¿Por qué sino, nos empeñamos en sufrir? En lugar de huir del dolor, y buscar siempre lo fácil, favorable e incluso hasta beneficioso, nos encanta meternos en los asuntos que mas daño nos hacen.

Ya sé que hace tiempo hablé del tema de no rendirse y luchar por lo que se quiere aunque se sufra, pero, la cuestión no es esa. La pregunta es, ¿por qué queremos siempre aquello que nos provoca sufrimiento? ¿Tiene algún sentido? Sí, que si sale a la larga resulta más placentero.

Bien. Yo me pregunto, que es más placentero, pasarlo como el culo, para lograr algo, o tirar siempre por el camino sencillo y obtener también resultados positivos, aunque no los valoremos de igual manera. No soy quién para decir que hago lo segundo precisamente, pero por lógica, parece que es lo que deberíamos hacer todos, ¿no?

Sin embargo, nos encanta ahogarnos en un vaso de agua, nos obcecamos con algo y no somos capaces de ver que ahí fuera hay mucho mas de lo que queremos ver. Y digo queremos, porque por mucho que se niegue, cuando estas encabezonado con algo, por mucho daño que te haga, no te lo quitas de la mente.

El dolor es como una droga. Es malo, pero engancha. A veces demasiado, y hace que nuestra mierda de vida, que dura menos de lo que creemos, acabe siendo una tercera parte de mierda, otra tercera parte de dormir, y la otra tercera parte se va entre trabajo, comidas, y algunos momentos buenos.

Vaya mierda de vida pues.

Un brindis, por los que al leer esto, se dan por aludidos, y pese a ello no van a cambiar. Porque huir del dolor es importante. Buscar la felicidad también. Pero no renunciar nunca a tu forma de ser, es algo que no tiene precio.

lunes, 6 de octubre de 2008

Mirando hacia atrás...

¿Qué puedes decir de tu vida hasta este instante?

Miras hacia atrás y piensas en los años que tienes y en los años que te quedan. Y te das cuenta de que acabas de tirar a la basura al menos un cuarto de tu vida. ¿Acaso has hecho algo de provecho? ¿Acaso has hecho algo que vale la pena?

Si quieres conseguir diferentes resultados no actúes siempre de la misma manera.

Cómete la manzana. Fóllate el corazón.

domingo, 28 de septiembre de 2008

¿El mal a través del bien?

¿Cónoceis el bien? Supongo que si. Pues entonces, o bien porque lo has conocido antes, o lo has conocido después, conoces el mal. Porque uno, sin el otro, no es nada. Para hacer el bien, tiene que existir el mal. Y viceversa.

Pues bien. ¿Hasta que punto resulta fácil llegar de uno a otro? Fácil. Muy fácil. Demasiado.

¿Cuántas veces, por intentar ayudar a alguien o hacer las cosas bien, acabas haciendo daño? Resulta demasiado sencillo pasar de un extremo al otro, y obtener resultados desastrosos. ¿Culpable? Lógicamente, tú. Porque aunque hallas intentado hacerlo bien, lo has terminado haciendo mal. Y por mucha intención inicial, por mucho esfuerzo que hallas puesto, y pese a todo, si al final haces mal, eres el culpable.

Ahora bien. Que seas culpable de causar mal, no quiere decir que seas malvado. En absoluto. Malo es aquel cuya intención es dañar, lo consiga o no. Los buenos, pueden hacer o no el bien. También pueden hacer mal. Pero su intención nunca será esa.

Y bien, ¿se puede sacar alguna conclusión de todo este embrollo? Supongo que sí. Pero no se cuál. Y cada uno sacará la suya propia, pero no tiene por qué ser la de los demás. Creo que la única conclusión a la que llego, es que no existen los malos ni los buenos.

Simplemente existe gente que actúa de acuerdo a sus principios e intereses. Está claro que también nos dejamos llevar por los intereses de terceras personas, bien porque te importen, bien porque los odies o similar.

Bien. Si odias a alguien, y actuas en consecuencia a dicho sentimiento, ¿eres malo? Depende. ¿Se puede culpar de malvado a alguien a quién acaban de asesinar a su familia y desea o llega a intentar matar a quién lo ha hecho? Habrá gente que opina que sí. Otros opinarán que es lo lógico, y por lo tanto no se le puede echar en cara.

¿Cuál es la respuesta que vale de verdad? Ninguna. Porque alguien no es bueno o malo por actuar de una manera determinada. No debería existir el adjetivo bueno o malo para designar a una persona. Sólo para describir sus acciones. Y este cúmulo de acciones, al final de la vida de cada uno, será el que demuestre si has obrado con mayor frecuencia haciendo el bien o el mal.

Pero que actúes más veces bien que mal, o al revés, no te decanta a ninguno de los dos lados. ¿Tiene la misma relevancia ayudar a cruzar a una persona ciega un semáforo, que quitarle la vida a alguien? No lo creo. Y no lo digo porque quitar la vida a alguien sea horrible. Lo digo porque, así como para esa persona ciega, serás la persona más buena y amable del mundo, para aquella a la que le has quitado a alguien de su lado, serás algo repugnante. ¿Y quién tiene más razón, el ciego o el dolido? Ambos.

El bien y el mal no tienen unidad de medida. Ni se puede cuantificar por el número de veces que realizas acciones de un tipo u otro. Sencillamente, es algo que está ahí, algo con lo que convivimos. Y es extremadamente fácil pasar de uno a otro sin querer. Véase un ejemplo.

Quieres muchísimo a una persona. Y esa persona es tu pareja. Pero somos humanos, y por el motivo que sea, aparece una tercera persona, a la que empiezas a querer y a amar también. Y por los motivos que sea, se te hace inevitable querer más a esa persona que a tu pareja. ¿Qué haces? Hay varias vías, pero como quiero explicar la transparencia que existe entre el bien y mal, cogeré la que más me conviene:

La solución, por dura que sea, es que aunque halla aparecido una persona nueva en tu vida a la que quieres con locura, no dejas de querer a tu pareja. Y podrías aprovecharte de la situación y tener a ambas personas para tí, al menos durante el tiempo que lo consiguieras. Pero como quieres a tu pareja, y aunque sepas que la vas a hacer daño, decides decir la verdad y dejarla, porque no quieres engañarla y que a largo plazo sea más duro, tanto por el tiempo extra que pasa como por hacerla sentir engañada.

Pim pam pum. Pasamos del mal, porque la haces daño al dejarla, al bien porque tu intención es ser sincero y hacer que rehaga su vida y sin engañarla. ¿Gana el bien o el mal? Para tu ya expareja, el mal. Para tí, depende de tu forma de ser. Conclusión, no haces bien ni mal. Simplemente haces lo que crees que tienes que hacer.

Es un escrito demasiado largo, y que pocos leerán. Lo entiendo, no pretendo que nadie lo haga, y si lo hace, gracias. Aparte, creo que no he llegado a ningún lugar ni ninguna conclusión digna de denominarse tal. Pero a veces, las conclusiones no son más que un punto final, cuando se puede dejar algo en puntos suspensivos.

Un brindis por aquellos que, queriendo hacer el bien, lo consiguen o no. Y un brindis por los que quieren hacer el mal. Porque, en ambos casos, a ojos de unos, estará bien. A ojos de otros, estará mal. Por eso, porque no existen ni el uno ni el otro, sino una mezcla entre ambos, un brindis por todos. Porque, por muy triste que sea, dicha conexión es la que hace mover al mundo.