domingo, 14 de septiembre de 2008

El juego de Dios

Parece que a Dios le gusta jugar con nosotros. Algunos piensan en Él como un titiritero que juega a tirar de los hilos, a mover el mundo a su comparsa, riéndose de sus propias historias.

Pero en realidad Dios no es un titiritero. En realidad, Dios creó el mundo y luego se echó la siesta y nos dio el más terrible don y la más terrible maldición: el libre albedrío.

Porque aquellos que, como yo, son deístas convencidos, saben que todo don conlleva una maldición, o que incluso el mayor don se puede convertir en la mayor maldición.

Es algo que no se puede explicar, es algo que se tiene que experimentar, es algo que sólo surge en alguna conversación esporádica.

Pero así funciona el mundo. Mi don. Mi maldición. Mi don y mi maldición son, sobre todo, las palabras. Al final mis propias palabras se volverán contra mí.

Pero no pasa nada. Basta con aprender y aceptar que, al final, todo don se transforma en maldición y se cobra su precio. O más de su precio.

Porque todo lo que te da la vida se lo cobra multiplicado. La vida te da muchas cosas, pero se lleva muchas más. Dios nos da muchos dones y también muchas maldiciones.

Maldiciones japas.

1 comentario:

VERSatilidad dijo...

Tenemos tanto poder que se puede volver en nuestra contra...

Si no me confundo dios solo aprieta, no ahoga, nos ahogamos nosotros mismos..

Muaaaa